jueves, 5 de febrero de 2009

Salamanca


Frío de los diablos.
Una tarde y una mañana y nos despachamos la ciudad. Ilustre por su Universidad, la más antigua de España, por cuyas aulas pasó Fray Luis, Salinas, Santa Teresa y el mismísimo Cervantes –me senté en su banco, así entra bien por, los oídos-: allí se publicó por primera vez El Quijote. Goza de una biblioteca inverosímil –va la foto-, unos techos repletos de adornos, conserva los bancos originales en que los alumnos oían a Fray Luis y todavía cumple sus funciones –el edificio principal se utiliza para seminarios, actividades extraordinarias, etc-. Pero claro, quod natura non dat
Descubrimiento inesperado: el huerto de Calixto y Melibea –lugar de encuentro de los protagonistas de La Celestina: ecce la ficción hecha realidad-. Efectivamente está sobre los techos: ciudad en desnivel. Otro: el río que baña la ciudad es el Tormes.
Fuimos también a las dos catedrales, al convento de San Esteban –donde Las Casas y los otros discutían y velaban por el alma de los indios-, a una exposición de arte chino –un poco fuera de lugar, pero allí estaba-, a otra de artistas salamantinos –un horror esperable-, a los puentes, a la plaza mayor con sus arcos, al bar con el piso más sucio que hallamos –dicen que son los mejores-. Observación: las bombas de bencina están curiosamente integradas a las fachadas antiguas.

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