jueves, 2 de abril de 2009

Amor a segunda vista

(Incomprensible teclado francés: solo existe tilde para la e)
Finalmente me quedé: las calles, los techos, los puentes sobre el Sena, los atardeceres de principios de primavera y los magnolios en flor... ah, enamorarme de Paris, la cosa mas cursi y mas irresistible que me habia pasado desde Portugal. Pero como deciamos con Marcela en nuestros eternos cafes a la salida de Lastarria, todo en la vida es cursi: y qué.
Primer cliché: llegar por azar al Jardin des Halles, donde los senderos se llaman "Blaise Cendrars", "Saint John Perse", "André Breton", etc. Después, para mantener el tono, cruzar el Pont des Arts a ver si aparecia la Maga y Horacio y vagar por el barrio latino. En eso, entrar a una libreria cualquiera y encontrar a una suerte de viejo poeta maldito, dotado de una hediondez inverosimil, leyendo en voz alta el ensayo "Sobre la educacion de los hijos" de Michel de Montaigne -que cito en la tesis-. Y ahi se acaba: la chica latinoamericana de la novela hubiese entablado una larguisima y trascendente conversacion a traves de las calles y los parques y los bancos de los parques de Paris; la chica de la novela carece de olfato.
Han sido unos curiosos dias de cultura, familia y trabajo. Radicada en casa de mi tia Sole -prima de mi papa, que se vino al exilio despues del golpe con sus padres y sus seis hermanos-, he jugado un poco a ser la prima grande y la sobrina chica: conversaciones con ella hasta las mil y tantas viendo fotos de la juventud punky parisina, y tambien ir a buscar a Blaise y Victor al colegio y donde los abuelos; corriendo detras de sus patines y su scooter, muertos de la risa y tratando de superar mi mal francés. Tambien citas con el tio Oscar y la Nicha -padres de la Sole- y el primo desastre que se vino hace pocos anyos; y también con la familia "del otro lado" -por parte del ninyo del Bar Mitzvah-: Aline, Fabrice y los ninyos, Lilette y Charles. Las tournes culturales fueron con Jorge, hermano y vecino de la Sole: arqueologo, trabaja en el museo de Quai Branly y tiene libre acceso a todos los museos de Paris. Aparte del "suyo" -que tiene la gran gracia de disponer los objetos de forma que no parezca un anticuario-, visitamos el Pompidou -notable la planta de arte moderno- y el de Orsay -con unos Van Gogh que me hicieron llorar a mares-.
Y en medio de la hospitalidad, la tesis.