jueves, 5 de febrero de 2009

Lisboa 1


Quem não viu Lisboa, não viu coisa boa. Creo que es cierto. Vocé não é etrangeira, tem suas raízes aquí. Creo que también es cierto. Relatos de mi abueli, lecturas del Libro del desasosiego y de varias novelas de Saramago hacen de esta una ciudad conocida. Y sin embargo, o por lo mismo, plena de encanto (ya dije que Portugal me ponía cursi). En un momento, Ronit me hizo notar que no había dejado de repetir "estamos en Lisboa", como si aún no me lo creyera.
En 1755, un terremoto -se calcula que fue grado 9 en la escala de Richter- destruyó casi por completo la ciudad. Al parecer, tuvo grandes implicancias políticas y filosóficas -autores como Kant y Voltaire, nada menos, emprendieron importantes disquisiciones intentando explicárselo-. Como fuere, dice Saramago en Viaje a Portugal -no puedo evitarlo: mi espalda sufre esta compulsión de acarrear libros- que el terremoto no sólo fisuró el suelo, sino el alma misma de los lisboetas. Se ven los estragos, claro: una geografía rarísima y una arquitectura que la acompaña -otra vez Valparaíso-. Y aquí sí los tranvías son de verdad. Y hay también una especie de micro acuática; digo, transporte público por agua. Mañana o pasado lo tomaremos, a ver donde nos lleva desde el Terreiro do Paço. Mañana también saldré a buscar el café do Brasil, que frecuentaba Pessoa, y la plaza en que está la estatua de Camões.
Ahora estamos en un hostal en la Baixa (centro, cerca del muelle), mañana nos trasladamos donde otra alma caritativa. Estamos en un auténtico hostal: un gringo se ha sentado junto a mi en el sofá, sin saludarme ni aun después de múltiples codazos. Ocho en total: se han instalado ruidosamente donde Ronit y yo escribíamos desde hacía rato y al parecer nos han tomado por parte del mobiliario. Ahora recibo ligeras pataditas de uno que tengo enfrente. En la esquina, una chica se ha solazado hablando de "los judíos". El agua no funciona en la cocina, y hay que ir a por ella a los baños del cuarto piso. Pero está perfecto: wifi, desayuno y servicio de lavandería (awasome) incluidos, baños limpios, dependientes agradables.
No sé qué más decir: estos seres están logrando acabar con mi genio. Es tarde, además. Hoy -ayer ya, parece- estuvo de cumpleaños mi padre. Y el 4, Oscar. Felicidades para ambos.
A veces agrego cosas en las entadas pasadas: revísenlas si quieren.

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