Me permito la enorme falta de pudor de publicar dos borradores en verso: creo que la fecha lo amerita. Un poco para compartirlos -con unos más que con otros-, y un poco para librarme de ellos y bajarles el perfil. En todo caso, es más fácil desnudarse desde lejos. Uno es más antiguo y más revisado que el otro, creo que el contraste es evidente –ojalá lo sea- Cualquier comentario, por favor, es bienvenido: incluso un “no versees más, por Zeus”. Ninguna piedad, por piedad. Probablemente comparta esa opinión.
Abuelos: para ustedes, un regalo, un trozo de mí –¡otro!, dirán, ¡no más por favor!-. No sé vivir de otra manera: con mis fantasmas en el bolsillo para todos –todos- lados. ¿Público, por qué? Un poco de criterio de realidad –en lo formal- no le hace mal a nadie, y ya deben quedar suficientemente pocos lectores –un filtro natural-.
Somos los que somos, basta ya de preámbulos.
Este canto es para ti
Este canto es para ti, mamá, a un año de tu muerte
no es una oración, no es un réquiem, no es el kaddish
nadie me lo enseñó cuando era tiempo aún
y hoy no puedo elevarte más que desesperación
sudor frío, espasmos sin lágrimas, vencidas las rodillas
náusea ingente, sudor frío, los pechos como agujas
tanto dolor, tanto dolor, mamá, para dos hombros
te fuiste y me he quedado cual gaviota en una mancha
las plumas pegoteadas, irremediablemente inútiles para volar fuera
[del agua
de un agua muerta, podrida, sin pistas ya del mar
podrida, mamá, podrida, todo hiede por estos lados
qué infame falta de respeto el que la vida siga incólume
llegará el día en que podamos reír a nuestro gusto
fornicar sin el horror aguijoneando en las persianas
y llegará también el día fatal en que tu aroma abandone la última
[fibra de la almohada en que dormiste por última vez
y con ello la faz del mundo.
Nadie ha perdido demasiado el apetito, las tripas pueden más que
[toda convención
siempre y cuando, claro está, no estén abiertas y revueltas
por obra y gracia de los excelsos avances de la medicina
a fin de cuentas somos bolsas de intestinos, mamá
incansables depredadores de cuanto recurso exista o quede
para luego producir toda clase de emanaciones de la manera más
[efectiva posible
felíces aquellos que -como tú- se han librado.
Pero heme aquí de todas formas, en medio del tripal, cantando
nada más tengo elevarte sino un patético hilo de voz
hoy no soy más que un viejo andrajo pegajoso, abandonado del dolor
[incluso
hoy no quiero sentir, mamá, hoy prefiero la anestesia
la modorra trasnochada de alcohol y de pastillas
había que precaverse, repetir la estrategia del año anterior
a la espera del dichoso vuelo con siete horas de retraso
para no ceder a la tentación de irse, en castellano, a la mierda
o bien, peor aún, a buscar cualquier clase de ridículas
[explicaciones
o intentar un remedo procaz del Réquiem de Casanueva como quien
[profita de la oportunidad
había que sumergirse en lo que hubiera dentro del mueble
esperar que la tina se llenase y se enfriase hasta lo soportable
con una voz griega detrás, esta vez, dedo en la llaga
modorra de vapor y químicos hasta el adormecimiento
que interrumpe puntualmente la persistencia de la respiración.
Este canto es para ti, mamá, a un año de tu muerte
no es una oración, no es un réquiem, no es el kaddish
nada más tengo que elevarte donde quiera que estés
donde quiera que estés junto al hombre que amabas
y que te amaba a ti sola, con justa devoción
que te amaba a ti, a ti y a todo lo que sostenías
que elegiste sostener por no verlo despeñarse
prótesis perfecta de toda una familia
forzada de un garrotazo a alzarse sobre sus piernas
rotas: triste escuadrón de muñecas mutiladas
habituadas a funcionar con cierta normalidad, por tantos años
tantos años, no digamos como reloj, pero al menos
pudiendo disimular aquellas grietas sin arreglo
-implacable testimonio de la mismidad de las cosas-
prótesis de toda una familia, mamá
a ver si se componen los pedazos, alguna vez.
Dicen que ahí en lago desde donde partiste, junto al árbol
[oficiante de la consumación
-cualquiera sabe si auqello estaba escrito de antemano
[o si lo fueron trazando ustedes mismos minuciosamente
cada uno de sus gestos, pertinaces tentativas, a un paso
[siempre de cualquier despeñadero-
dicen que en ese sitio hubo sol esta mañana
-aquí en cambio guardó cierto recato, cierto recogimiento
[ante tu belleza destrozada-
un día espléndido, dicen, acorde a las palabras del cura
acorde a la paz que gozan ustedes hoy
-los cuatro, los caídos, los elevados, dicen-
felices aquellos que han partido en libertad, en buena hora
[desterrados de este valle de lágrimas
tres misas por ustedes, en total, por esos lados
¿es cierto eso que dicen, mamá, es cierto el cielo?, yo
[no sé
la fe o se mama con la leche o se es inmune
¿es cierto eso del cielo?
ellos, tan seguros, voz luminosa, lugares comunes
tan aparéntemente diáfanos que dan ganas de llorar, mamá
dan verdaderas ganas de llorar y de abrazarlos, abrazarlos
[y decir “cómo pude estar tan ciego”, y llorar y
[arrodillarse y rezar con ellos por primera vez
pero la fe se mama con la leche y yo no puedo
no puedo ya, tal vez nunca, tal vez, yo no sé.
Un año ya, un año ya, quién lo dijera
“qué voy a hacer ahora”, primeras palabras al confirmar
[la noticia aciaga
“qué voy a hacer, papá, qué voy a hacer sin ella”
un año ya y aquí estoy
aquí como si nada, sola otra vez, sola en mi exilio
[voluntario
sola en la hora en que todos duermen, sola al fin
serena al fin, serena, las horas terribles han pasado
embotada de anestésicos, pero vestida con sus ropas
lejos, pero con su amiga, ocupando el lugar de ella
[en el rito de su ahijado
-tránsito a la adultez de quien porta el nombre de ella-
he dejado pasar por mí las veinticuatro horas terribles
lejos, otra vez lejos, un tanto al sur del frío
lejos de las misas, lejos de la herrumbre -si tal cosa
[es posible-
hay que seguir viviendo, mamá, hay que seguir
nadie nos preguntó, pero hay que seguir viviendo
y yo he de seguir siendo la que siempre parte, eterna
[ausente
yo he de ser yo otra vez más por fuerza que por razón
no sé ser prótesis
acaso haya nacido para ello, pero abdico
abdico de mi herencia por el más puro sentido común
nada más inservible que un bastón quebrado.
Este canto es para ti, mamá, a un año de tu muerte
no es una oración, es sólo un eco, el eco
de mi aullido al derrumbarme sobre tu ataúd
junto a tu madre junto a tu padre y sujeta por el padre que
[escogiste para mí
quebrantada toda la ley del entendimiento humano, un eco
del aullido de tus dos hijas menores
al despertar llenas de tubos y de fierros, con la hediondez de la
asepsia en una sala sin sombras y sin madre, un eco
del llanto de tu abuela al mes siguiente, por qué no salvaron
[a su nieta en lugar de ella, un eco
del silencioso enigma de tu hermano Miguel, un eco
de la desesperación más absoluta y desgarrada de esas manos
obligadas a tomar una cajita
la cajita
la niña de sus ojos reducida a una cajita
ninguna voz humana puede quedar en pie.
Nostalgia de ella
Si hubiera seguido su consejo, si hubiera
regresado antes, como tres veces me dijo en su carta inmortal
como tres veces leí, en Estambul nevada
entre lágrimas de frío y de cansancio
sin brújula, escurriéndose el itinerario entre mis manos marchitas
como una marioneta abandonada, leí
“puedes volver antes de tiempo
todos queremos verte ya
puedes venirte con nosotros”.
Pero no alcanzar la isla era fallar la prueba
era no ser digna de alcanzarla
el temporal de nieve casi me la arrebata
la furia del Egeo desatada
la ruta alternativa por Estambul, al vuelo
no podía cejar precisamente ahora
debía ser más fuerte que su anhelo.
Había abortado tantas veces
tantos barcos, tantos compañeros
por una imperiosa necesidad de verla
a ella, de verla, de tocarla, a ella
de encontrar sosiego en su aroma sumergida
como en una crisálida de nubes, rotas sin embargo
rotas, a una palabra a un gesto de desgranarse en llanto
había que llegar hasta el final, por una vez
hasta la caverna de Juan el Fulminado, última isla
peregrinación revelada en una iglesia hundida
Pater Iosif y los otros, eternos enlutados de la miseria humana
Thessaloniki tres veces visitada
monasterios, ruinas de monasterios
el monte Olimpo y el perro Agios Dionisios
la isla de Thassos a pesar de la tormenta
y finalmente Patmos en el horizonte
tres días y tres noches
esbozos de primavera al desembarcar, epifanía en forma de fragancia
epístolas del Apocalipsis para la pequeña peregrina
todo un concatenarse de inverosímiles coincidencias
y la nostalgia de mi madre por sobre todas las cosas.
Nostalgia, perpetuo desarraigo
cuán perpetuo, cómo iba entonces a saberlo
noche de carnaval, doblemente extranjera
noche última, abatida, con esa tos rasgando mis pulmones
agravada por el trayecto en tren nocturno, días antes
morir con ella en la humareda, a espasmos
tanta gente tanta gente por las calles esa noche
enardecida, tanta gente desvalijaba el aire
y yo como una andante pavesita
derribada a la hora de la despedida
despedida rasgando mis pulmones
madre
descuajándome en una sola tos.
Si hubiera adelantado mi regreso, si hubiera
si hubiera partido al sur contigo, a ese lago
dos niños, dos niños no se hubieran muerto, mamá
la tragedia habría quedado entre nosotros
una familia sola, solamente
la tragedia habría quedado entre nosotros
tres muertos no hacen mucho más que dos.
Como se trata de poemitas, puede que todos mis rasgos obsesivos se tomen la libertad de corregir a cada rato: aviso.
ResponderEliminarNo importa si lo corriges o no, Fer. Lo importantes es escribir, decir, entregar.
ResponderEliminarTe quiero amiga.
Siempre estaré aquí.
:)