sábado, 5 de febrero de 2011

Con viento y marea (del cuaderno-archivo con fecha 3 de febrero)

Una pinta de Guiness -un vaso, en realidad- en el bar de Leopold Bloom, a bordo del Ferry Ulysses, aun atracado en el muelle de Dublin. Con suerte zarpara, con este bluddy weather, que justo tenia que tocarme el dia que iba a embarcar: todo el resto de mi estadia, cosa inusual, estuvo seco. Con suerte esta pinta de Guiness -este vaso en realidad- me ayudara a soportar las tres horas de una navegacion que se prospecta bien movida, bluddy weather ya lo dije, y las por lo menos 4 horas a la espera de un bluddy tren que me lleve por fin a Londres -solo 4 ferries al dia estos bluddy britanicos no son capaces de tener conexiones decentes a la capital, we give a shit about Ireland, parecen querer decir-.
Suenan los motores, tiembla la espuma de la Guiness. Habla el capitan: en efecto, una tormenta nos espera a mitad de camino. Nuestro sistema de estabilizacion procurara hacer el viaje lo mas comodo posible. Sin embargo, si los movimientos del barco resultaran incomodos para usted, le recomendamos mantenerse sentado. Bluddy weather.
Con todo, no puedo quejarme de mi bonus track en Dublin, cualquiera diria que fue a proposito -racionalizaciones mas, racionalizaciones menos-. Haciendole honor al reciente titulo de ciudad literaria, visite 3 bibliotecas: la nacional, como ya les dije, donde pude leerle un par de paginas a quien guera dean de la Catedral de San Patricio; la Chester Beatty, que alberga la coleccion de un millonario ingeniero en minas del mismo nombre, que hace dos siglos se dedico a juntar, entre otras cosas, textos sagrados de varias tradiciones -santo dios, por que uno nunca puede estar a salvo de este tipo de cosas- y unos pliegos manuscritos del Shahnameh, el libro persa de los reyes -bellisimas ilustraciones-; y finalmente la Marsh Library, al lado de la Catedral, primera biblioteca publica del pais -data de 1707-, que todavia se usa como tal y conserva hasta el mismo orden de los libros, aunque los encargados han abandonado la practica de encerrar a los estudiantes entre los anaqueles para evitar robos -esto, que parece broma, no lo es: las rejas lo prueban... lastima que en la Finis Terrae no hubiesen sabido de la practica, que se habrian ahorrado mucha plata cuando estaba mi escuela-.

La espuma de la Guiness sigue temblando. Debimos haber zarpado hace 25 minutos. Tengo el estomago algo revuelto y eso que todavia ni empezamos.
Ahora estamos girando. Comenzamos a avanzar en paralelo a la hilera de luces -la ciudad-. Por la ventana, justo abajo, se alcanza a ver el blanco de las olas. Diantres, esto se mueve como bote a remo. En altamar. Con puelche. La espuma de la Guiness, a mitad de vaso, no para de temblar.

(No es facil mantener este blog. Fuera de la falla del computador, condicion material, dificultad innegable, hay una razon de fondo: mi corazon hecho pedazos, robando persistentemente espacio, en la cabeza y el discurso, a los hechos presentes y al paisaje. Y el objeto de este blog es, ciertamente, mostrarles el paseo y no al paseante. Porque ademas, y aqui entra una cuestion de gusto estetico que de genero, el corazon roto de un hombre, o el escarnio a la causante de sus penas, puede sonar, con un poco de imaginacion y en el mejor de los casos, a Shakespeare, a Catulo o a John Donne. Pero el de una mujer... No puedo dejar de oir a Myriam Hernandez)

Puerto de Holyhead. Me da excecsiba perea ir a la ciudad a buscar alohamiento hasta la manyana. Faltan solo tres horas para el primer tren -el unico bus, porque finalmente habia bus, iba lleno-. Tengo varios libros y una mochila en que recostarme. El suelo no es tan duro, o en ultima instancia es menos incomodo que las sillas. Visto asi, no es tan terrible. Es infinitamente menos terrible que verlo como que el proximo tren sale un cuarto para las cinco de la manyana, y que hace frio. Tres horas se pasan volando.

Y pasaron las tres horas. Y me subi al tren. Y tuve que bajarme en la estacion siguiente, porque tenia solo reserva y no ticket. Y una hora mas en el cafe de la estacion. Y tomar el tren. Y otra vez bajarse en la estacion siguiente porque tenia reserva y no ticket, y porque estaba en la hora pico y el pasaje costaba mas de 130 libras. Y en la estacion comprobar que los 15 minutos por chat y las tantas monedas en la cabina de telefono habian sido en vano, porque mi reserva no podia cambiarse y habia que pagar todo otra vez. En esas condiciones, esperar una hora mas era solo un dato anecdotico. Por otra parte, algun precio habia que pagar por el dia extra en Dublin -gesto de manos-. Ahora estoy en una sala de espera que, lujo inusitado, tiene buena calefaccion, asientos medianamente comodos y carece de irlandeses sin ducharse. Falta sodo media hora. Nada podria estar mejor.

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