Qué puedo decir: en este punto del viaje me siento realmente bien. Hospedada en casa de la familia de mi amigo, compartiendo con él y Christina -su novia, amiga también: ambos estuvieron en mi casa en Santiago hace como un año y medio-. Aquí soy, en resumen, bienvenida.
Mi día fue más o menos el siguiente: en Basilea me recogió Julian, y luego tomamos el tren a Lucerna. Por la ventana pasaban pueblos, árboles, montañas, lagos, todo cubierto de nieve -incluso algún laguito casi congelado-. Durante una hora de trayecto, en un inglés -por fortuna- cada vez más fluido, nos contamos parte de lo que habían sido nuestras vidas este último tiempo: él está terminando el máster en periodismo, trabajando en un proyecto de lo más interesante.
Ya en Lucerna, que me recibió nevando, nos sentamos en un café muy lindo cerca del río, y luego caminamos un poco por sus calles del mil quinientos. Fue curioso recorrerlas un día normal: hasta ahora, sólo tenía la imagen del carnaval.
Luego nos vinimos a la casa, que queda a las afueras, y lo normal: hablar, trabajar un poco (él solamente, claro), conocer a la hermana, cocinar y comer con la familia, ver una película, esperar la llegada de Christina (quien encontró la edición del Réplica "cercana a la perfección"), seguir hablando un rato más, e irse a dormir.
(No deja de ser raro que el regalo estándar para todos los que me hospedarán en este viaje sea el libro de alguien que debió haber estado aquí pero no está, y que preferiría no recordar, o al menos no tanto... en fin, es un bonito regalo después de todo)
Que bueno saber que estás en tan hermosos lugares y en buena compañía.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Germán